martes, 4 de enero de 2011

La liturgia más espectacular del año sucede cuando el mazo del calendario se vuelve insignificante.El primer rito de esa liturgia universal es almacenar en casa productos de sobra, buscar un cotillón que prometa diversión sin límites y aglomeración significativa o para los más pudientes elegir un hotel que nos ofrezca la exquisitez durante veinticuatro horas. El segundo rito es introspectivo ¿cómo quiero deslumbrar a los que miren? dese el vestido, el pelo y los complementos vamos como pinceles después de ducharnos, pintarnos y acicalarnos como nunca en otras hojas del calendario. Toda esta liturgia para que sea esplendorosa exige la complicidad de los demás que deben haber seguido los mismos ritos. Y ya en grupo nos soltamos el pelo en los ritos siguientes: la cena con vajilla y comida hecha filigrana, el cava, las uvas con las campanadas, los besos y abrazos, los saltitos, los bailes, la barra libre... hasta que se agoten las fuerzas porque las ganas de divertirse no amainan. No creamos que somos los primeros humanos que hemos celebrado el cambio de ciclo temporal. Desde que los egipcios por necesidades agrícolas determinaron la duración del año ya festejaban su el inicio. Los babilonios ofrecían sacrificios a los dioses para que fueran propicios en el el nuevo ciclo - propicios y prósperos quizás tengan el mismo origen semántico-, los romanos festejaban el principio del año haciendo que sus magistrados iniciaran su mandato es esa fecha. Así que no hacemos nada que nuestros eslabones anteriores no hayan hecho, aunque lo hagamos más exagerado y derrochón. En el mundo laico  sin Dios no dioses, aturdidos por nuestra invalidez ante el futuro hacemos un inmenso coro para forzar la buena suerte  y espantar los malos presagios. Es una manera de olvidarnos por unos momentos de nuestra fragilidad individual y colectiva. Volcamos en buenos deseos, como han hecho generaciones anteriores y harán las sucesivas convirtiendo el cambio de año en el acontecimiento universal en el pasado, en el presente y en el futuro. Estos sentimientos que nosotros tenemos los han tenido quizás más intensos en el pasado. Pero en el fondo estamos inermes ante el tiempo a pesar de nuestra tecnología y el ejercicio futurista que censos cuando proyectamos nuestra vida hacia el futuro, pidiendo hipotecas, por ejemplo. Lo dicho feliz año nuevo.
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