domingo, 27 de febrero de 2011

La nobleza de las urnas

El acceso a la nobleza en la Edad Media era una merced real, por los servicios prestados al monarca normalmente por aportación dineraria o militar. Ya sabemos como se perpetuaba la condición de privilegiados.
Antes de seguir, quiero dejar claro que admiro a muchos, a muchísimos políticos que desempeñan y han desempeñado sus funciones con absoluta dedicación, honestidad y sin hacer ruido. Gracias a ellos la democracia funciona. Las sociedades occidentales no hemos encontrado un sistema mejor que el de partidos políticos para representarnos y organizar el poder de manera participativa. Estos políticos, digamos interinos, que desempeñan sus tareas por tiempo limitado y luego vuelven con normalidad a sus trabajos, son admirables. No me refiero a ellos.
Los políticos que acceden a la nobleza por las urnas son aquellos que deciden, como medio para resolver su situación  personal, entrar en la política o que convierten la política  en su habitat natural y no conciben otra manera de vivir. Lo justifican  con el noble afán de servicio público. Estos individuos hacen de la política su modus vivendi  y son la nueva nobleza de urna. Seguro que tienen todo el derecho del mundo para actuar así.
Para los ciudadanos son un problema. Forman una casta autista que se reúne en parlamentos o salones de plenos, con un lenguaje propio y unos medios tan potentes que pueden alejarse de la gente, a la que ven solamente desde los escenarios. Y no obstante de sus decisiones depende nuestro presente y nuestro futuro.
Su organización  piramidal, permite la escala a situaciones mejores  y conforme se asciende disminuye la percepción de la realidad, a la vez que se incrementa la posibilidad de clientelismo. En estos  estratos superiores el espacio es menor, caben menos y la lucha por situarse mejor es despiadada.  Entonces aparecen los malos modos, las frases despectivas. La controversia política basada en confrontación de ideas, propuestas y soluciones  desaparece para convertirse en duelos personales.
Concejales, alcaldes, consejeros, altos cargos y diputados de asambleas autonómicas, diputadados, senadores, altos cargos de la administración central y todos los que ocupan cargos de libre designación en entidades públicas o semipúblicas forman un conglomerado que se autodefiende, se autorregula, y del que por voluntad propia nadie sale. Al que está, se le ataca por tierra, mar y aire. Nunca acierta. Si hace porque hace y si no hace porque no hace.  Y es que las prebendas anejas a esta nobleza son de tal naturaleza que no solo bastan para uno mismo sino que se derraman en familiares, amigos de pupitre y bufones. A estos últimos se les premia con frecuencia en las ondas, a aquéllos otros con presidencias en empresas o suculentos contratos, etc.
Como se saben tan  resguardados no tienen pudor en hablar de todo y de todos cuando tienen un micrófono delante. Por mucho que digan, por mucho que insulten a la razón y a los buenos modales nadie se lo tendrá en cuenta, sus bufones aplaudirán encantados y recordarán sus hazañas con deleite.
En algunos casos esta nobleza se perpetúa incluso con sagas familiares. Las más de la veces para iniciar el acceso se empieza por dar codazos para entrar en las listas. Así pues el poder meterse en las listas de los partidos es el prometedor inicio de una carrera política que llevará a la cumbre con solo una condición: la sumisión y la renuncia a los criterios propios en favor del que manda. Ya se sabe que quién se mueve no sale en la foto.
Soñemos. Los políticos para acceder a los cargos públicos debieran ser personas con sentido común demostrado en una profesión reconocida, aunque sea ama de casa, con una retribución  vinculada al salario mínimo interprofesional que en ningún caso debiera superarlo en  cuatro o cinco veces, dependiendo del cargo  y por tiempo limitado. Habiendo taxis sobran coches oficiales. Suele decirse que en estas condiciones no accederán los mejores a los cargos públicos. Pero ¿son los mejores los que vemos todos los días en los municipios, en las autonomías o en Madrid?